Sin duda alguna, esta fue una de las preguntas que más tuve presente en la mayor parte de mi vida. Aquellos que me conocen saben que desde mis 13 aňos, la adolescencia me recibió de una manera especial. A esa edad fui diagnoticada por primera vez con cáncer en el hueso de la tibia de mi pierna. A los 15 aňos, me anunciaban que tenía metástasis en un pulmón. En aquel tiempo, la quimioterapia había tumbado todo mi pelo, y mis “jangueos” de adolescente era en el hospital y en citas médicas. Durante varios aňos tuve que caminar con un “brace” en la pierna apoyada de muletas. Esto debido a la cirugía que me habían realizado. Mi cuerpo estaba mutilado con cicatrices de las muchas cirugías que había recibido. Apenas podía salir de mi casa porque las defensas de mi cuerpo siempre estaban bajas. Recibí numerosas transfusiones de sangre y podría decir que hasta más de 100 unidades de plaquetas. Fueron varios aňos de este proceso, en donde prácticamente mientras la vida de los demás continuaba, yo me quedé sola en el viaje junto a mi madre que nunca me ha dejado, mi familia, y algunos ángeles que nos ayudaron en el camino.
A la fuerza tuve que comprender que lo importante era que estaba viva. Emocionalmente fue un tiempo de mucho crecimiento y madurez, pero también de muchos temores, corajes y sentido de injusticia. Crecí con muchas inseguridades porque no podía entender porqué me había ocurrido todo eso. Aňos después, tuve la bendición de disfutar de salud, y continuar con mi vida como cualquier otra persona… Quizás debería usar la frase de que pude llevar una “vida normal”, pero en futuras comunicaciones comprederán porque esa frase no me describe. De todos modos, pienso que lo normal es relativo…
Fueron muchos aňos tratando de comprender porqué si yo me consideraba una buena persona, me habían ocurrido todas esas cosas malas. Era una joven estudiosa, tranquila y respetuosa. Nunca ocasioné problemas en mi casa. Al contrario, siempre fui una joven ejemplar. El sentido de injusticia crecía en mis pensamientos cada vez que buscaba una razón. Simplemente, no podía entenderlo…
Si me preguntan hoy, puedo decir que nunca encontré la respuesta. Sin embargo, la pregunta ¿Porqué? ya no es parte de mi vocabulario ni de mis pensamientos. Al buscar dentro de mí, hoy me doy cuenta que fue una pregunta con la que auto-saboteé gran parte de mi vida. Me tomó muchos aňos poder comprenderlo.
En la búsqueda constante de esta respuesta, yo no lograba soltar el pasado. Cada vez me hacía más vulnerable al tema de mi enfermedad. Este tipo de actitud me colocaba en un rol de víctima.
En este punto quizás muchas personas que me conocen piensan que es erróneo lo que digo. Siempre me vieron como una guerrera en el proceso; y luego del proceso. Yo digo que simplemente hice lo que tenía que hacer porque quería seguir vivendo. De todos modos, a esa edad, nadie nunca me dio la opción de no luchar.
Una de las cosas que aprendí es que ser víctima puede manifestarse de muchas maneras. Quizás no todos lo veían pero en mi interior, y en ciertos roles posteriores en mi vida, esos pensamientos se exteriorizaban. No me reflejaba como una persona deprimida y triste. Al contrario, el cáncer me dio la fuerza para querer aprovechar la nueva oportunidad, y dirigir mi vida de manera determinada, correcta y organizada hacia mis metas. Sin embargo, algo siempre faltó. La necesidad de encontrar respuestas a mis vivencias en la adolescencia siempre estaba presente. Consideraba que no era merecedora de todo lo vivido, y simplemente, aunque seguí mi camino, nunca me pareció justo. Mis convicciones cristianas me enseňaron a no cuestionar, y así lo hice. Al menos en el camino nunca lo declaré así con la palabra, pero en mi interior existía una lucha de preguntas en torno a lo que había ocurrido.
Muchos aňos después tuve lo que se puede llamar un despertar de conciencia. Quizás ocurrió debido a los procesos subsiguientes que seguí enfrentando, quizás fue algo ocurrido al azar. Simplemente un día me di cuenta que lo sucedido, aunque si me había enseňado mucho acerca de la vida y me hizo madurar desde muy temprana edad, no me definía. Comprendí que no todo en la vida se basaba en un orden de eventos con un propósito particular. Si bien es cierto que en ocasiones los sucesos que nos ocurren, buenos o malos, son la consecuencia de nuestras decisiones o de la naturaleza humana, hay cosas que simplemente ocurren. En la medida en que no aceptamos las cosas, nos apegamos a las situaciones, a los sucesos que no nos permiten avanzar. Le damos espacio para que nos definan. Emocionalmente hablando, eso no es inteligente. Si bien lo malo le ocurre tanto a personas buenas como malas, tanto la una como la otra tiene la capacidad de determinar lo que va a hacer con lo que le ocurre.
La vida es simple. La adversidad es uno de los muchos ruidos externos que se presentan en el camino. Lo que me sucedió no fue injusto porque yo me considerara una buena persona. Al mirarlo hoy, ni siquiera existe una relación entre una cosa y la otra. Lo que me sucedió simplemente fue un suceso que pasó… Tratar de entenderlo es atentar contra la simplicidad de la vida. El día que lo comprendí y acepté que mi pasado ya no podía ser cambiado, comenzó mi proceso de transformación. Entendí que no siempre lo que ocurre afuera lo voy a poder controlar, pero si puedo decidir que poder le voy a dar sobre mi vida. La adversidad me trastocó; me influyó pero solamente yo puedo controlar lo que ocurre en mi, en mi Yo interno.
Soy la muchacha que vivió con cáncer toda su adolescencia, eso nadie ya lo puede cambiar. Absorbí lo aprendido, y estoy segura que me hizo mejor persona, pero la vida no se detuvo ahí. Hoy se que tengo la herramientas más básicas y necesarias para seguir adelante; tengo salud y tengo vida. Hoy mi mirada está puesta en mi presente mientras me preparo para construir el futuro maravilloso que estoy confiada que me espera. Se que en el camino podrán surgir nuevas veredas pero tengo el poder para mantenerme enfocada en mi meta más importante de vida; Yo. Mientras tanto, disfruto el viaje.
Saludos;
Comienzo por agradecer esta iniciativa de escribir y de alguna manera apoyar a otros positivamente con tu experiencia de vida . Ciertamente lo que podemos controlar son nuestras emociones y es algo difícil e importante para vivir .. de otra manera sería sobrevivir… un abrazo y espero pronto sentarme a dialogar contigo en persona.
Muy bien excelente..me encanta Dios te contiene bendiciendo…